Me iba a quitar el sombrero, mejor me vende la cabeza.
Después del amargo trago de ver el segundo gol alemán y repetir muchas de las frases que tan bien conocemos los fanáticos mexicanos al futbol como: jugamos como nunca… , perdimos de cara al cielo… , etc. me invente mil pretextos justificando lo bueno que era estar entre los primeros 4 del mundo y trate de disfrutar los triunfos anteriores y olvidar lo que estaba pasando. Es un ejercicio que he llevado a cabo con tanta frecuencia que es como recorrer un camino conocido.
De pronto cayó el gol del empate, me sorprendió el arrojo de la selección mexicana al empatar con la gallardía que lo hicieron. Se pararon en la cancha hicieron lo que sabían hacer sin desesperación con confianza en la estrategia que estableció su líder y en la capacidad de sus compañeros. Los vi compartiendo las oportunidades para acrecentarlas. Nada de tiros de larga distancia sin sentido, pases a la olla o pases de más para no hacerse responsable, no, lo que vi fue un grupo de jugadores perfectamente integrados, concentrados y con una meta. Todos aportando talento y esfuerzo con generosidad para alcanzar la meta. Caray me gustaría tanto ver eso en otros lados.
Después de la alegría que produjo el gol del empate empecé a sacar cálculos, con Julio Gómez fuertemente lastimado y los minutos que habían corrido los tiempos extras eran inminentes. De pronto vi al árbitro acercarse a la línea lateral para revisar el aparatoso vendaje de Julio Gómez que solo podía verse peor con la sangre que lo teñía. Después de haber permanecido tendido en el campo de juego y permanecer fuera mientras lo vendaban Julio Gómez con gran determinación estaba por reingresar al campo. Me cuestioné si sería lo mejor que con una lesión así regresara pero Julio Gómez no tenía cuestionamientos en su mente como en la del resto de su equipo solo había una meta.
Transcurrieron los minutos y se fueron algunas oportunidades de pronto Julio Gómez regaló una pincelada más allá del futbol, lo que hizo fue arte, una muestra de habilidad, técnica y coraje que además se sublimaron porque no pudieron ser más oportunas. La amalgama que convierte a unos cuantos hombres en héroes. Bravo!!! De pronto recordé frases como: Me pongo de pie…, me quito el sombrero, etc.
Después de unos minutos con la tranquilidad de que el partido ya había terminado observando la celebración atestigüé el llanto de júbilo de Julio Gómez. Me imaginé el orgullo de su familia, bendije las manos del que le vendó y pensé en una forma de honrar y reconocer el esfuerzo más allá del deber. Desde mi humilde trinchera se me ocurrió en lugar de quitarme el sombrero vendarme la cabeza. Por eso de aquí a la Final de la Copa del Mundo Sub 17 en conmemoración a Julio Gómez también La “p” de paguito.com tendrá un vendaje. Gracias Julio Gómez por tanta felicidad.